Los Ramonenses en la Guerra contra los Filibusteros

Fernando González Vásquez


Apenas conocido el peligro que representaba para Costa Rica la presencia de los filibusteros en territorio nicaragüense, la recientemente fundada población de San Ramón Nonato (1844), no se quedó atrás en su activa participación en la gran proeza heroica por la libertad de las naciones centroamericanas. Luego de la primera proclama (20 de noviembre de 1855) del presidente Juan Rafael Mora Porras, advirtiendo de la amenaza del invasor y principalmente del edicto del obispo Anselmo Llorente y Lafuente (22 de noviembre del mismo año), los pioneros ramonenses reunidos en cabildo abierto el día 30 de noviembre de 1855, levantaron un acta de adhesión dirigida al presidente Mora y al obispo Llorente.

Juan Rafael Mora Porras (dibujo de Tomás Povedano)


Presididos por el alcalde Ramón Rodríguez Solórzano, el cura Ramón de los Ángeles Saborío y demás vecinos del pueblo, proclamaron el siguiente documento, que publicara Rafael Lino Paniagua Alvarado en sus Apuntes Históricos y Crónicas de la Ciudad de San Ramón en su Centenario (1943), y que reproducimos a continuación:


“Excelentísimo Señor Presidente de la República, Ramón Rodríguez alcalde primero constitucional de este pueblo, certifico solemnemente, que en estos Oficios y con esta fecha, se ha levantado el acta que copio. El pueblo de San Ramón a las 10 de la mañana del día 30 de Noviembre de 1855, sus autoridades y vecinos presididos por el alcalde 1 Constitucional y con asistencia de su párroco, reunidos en Cabildo abierto y con presencia de la invasión filibustera que amenaza el país y de la proclama y pastoral del Excelentísimo Señor Obispo de la República, ha dado en lo que de un modo enérgico y altamente patriótico se llama a todo costarricense, a todo hombre honrado y de corazón a estar alerta y defender en caso necesario, aun con el sacrifico de su vida, el honor, la independencia, la religión y los intereses del país, amenazados por una turba de forajidos; ha resuelto de un modo espontáneo y unánime: 1. Ofrecer al supremo gobierno, como buenos hijos de Costa Rica, su propiedad y su vida en defensa de la religión, de la independencia y la paz amenazada, protestando solemnemente su adhesión a todas aquellas providencias y medidas que se tomen en contra del bandolerismo arrojado sobre la tierra centroamericana, para esclavizarla y hacerla presa de la voracidad y capricho de unos hombres sin religión, sin patria y sin ley. 2. Elevar copia certificada de este acuerdo al Excmo. señor Presidente y al Ilustrísimo señor Obispo de la república, dándoles las gracias por la fineza, patriotismo y abnegación que en la presente crisis han mostrado, con lo que concluye esta acta. Firman Ramón Rodríguez, Ramón A. de los Saborío, Daniel Castillo, José Merino, Fruto Mora, Manuel José Mora, Lorenzo Molina, Manuel Montoya, Joaquín Salazar, Félix Hidalgo, Manuel Palma, Juan Manuel Carrillo, Hermenegildo Alvarado, Manuel Castro, José Manuel Cruz, Santiago Palma, Dionisio Rodríguez, Rafael Orozco, Feliciano Martín Soto, Juan María Quesada, Procopio Gamboa, José Zamora, Jesús Paniagua, Vicente Fernández, Rosa Cervantes, Ramón Jiménez, José María Barrantes, Juan María de los Ángeles Quesada, Procopio Zamora, Miguel Carrillo, Ramón Carrillo, Ramón Zamora, Juan José Otárola, Julián Jiménez, José Rojas, Joaquín Jiménez, Darío Zeledón, Tomás Zeledón, Sunción Zamora, Manuel Rodríguez, Rafael Cambronero y José Simón Castro. Tengo el honor de poner en conocimiento de V.E. San Ramón Noviembre, 30 de 1855. Ramón Rodríguez.” (págs. 22-23).


Aunque en la época no se solía utilizar el segundo apellido en muchos documentos, es posible reconocer claramente a algunos de los firmantes. Cabe considerar, como lo hace Eduardo Fournier en su libro “Orígenes de los Ramonenses” (1994), que la esperanza de vida en aquel entonces era de apenas 38 años -con sus lógicas excepciones- por lo que “muchos de los fundadores de la población habían muerto en la década de los años cincuenta”.


Encabeza el acta transcrita, Ramón Norberto Rodríguez Solórzano (1818-1893) uno de los protagonistas más importantes de la fundación de San Ramón. Le sigue el presbítero Ramón de los Ángeles Saborío, quien sirvió en el curato ramonense en seis ocasiones entre noviembre de 1851 y enero de 1862. Daniel Castillo, primer jefe político de San Ramón, nombrado en dicho cargo el 3 de diciembre de 1855, quien desafortunadamente murió en La Garita de Alajuela el 12 de enero de 1857 (Arturo Moncada G., Historia de San Ramón, 1917). Continúan, José Merino, posiblemente se trata de José Ignacio Merino, salvadoreño radicado en San Ramón. Fruto Mora, primo del presidente Juan Rafael Mora, quien residía en San Ramón. Santiago Palma, bien podría ser el abuelo materno del gran poeta Lisímaco Chavarría; Dionisio Rodríguez a quien agregaremos el apellido Cruz, sería uno de los hermanos del escultor imaginero Manuel (Lico) Rodríguez Cruz; José Darío Zeledón Porras (1805-1880) es otro de los longevos firmantes. José Zamora Solórzano, quien donó un sagrario de plata a la antigua parroquia en 1890 y su hermano Ramón Zamora Solórzano, suegro de Francisco Orlich Ziz. Procopio Gamboa Rodríguez, tronco de una extensa familia, producto de sus dos matrimonios, el primero con María Clemencia Pérez Trejos y el segundo con María Josefa Villalobos. Tan solo para hacer mención de algunos de los más conocidos.


Está claro que quienes firmaron el acta no son todos los pobladores ramonenses de ese entonces, ni todos los que participaron en la Campaña Nacional. Esto nos lo corrobora la lista de muertos y heridos en Rivas, donde figuran otros nombres y otros personajes que sabemos fueron protagonistas la guerra, como es el caso de Gabino Araya Blanco, Alejandro Cardona Llorens, Rafael Acosta Chaves y José Cabezas Alfaro, este último, abuelo materno del gran poeta Félix Ángel Salas Cabezas. Después de los triunfos en Santa Rosa y Rivas el 20 de marzo y 11 de abril de 1856, se reunieron el jefe político y los alcaldes ramonenses en sesión extraordinaria, para enviar un escrito al presidente Mora, en estos términos:

“Excelentísimo señor, San Ramón es uno de los pueblos acaso más insignificante de vuestro dominio; pero no será el menos sensible a la obligación que reconoce acerca de vuestra sombra paternal, y hoy el que menos parte se apropie de la deuda universal que Costa Rica ha contraído con V.E. que habéis salvado del enemigo tirano e injusto que ocupaba sus fronteras, con intenciones hostiles y que exponiendo la vida más cara de la patria, inminentemente amenazada más de una vez así en los peligros del combate, como en la fatídica epidemia que os obligó súbitamente a abandonar con vuestro ejército aquel clima mortífero y más que la guerra destructora, habéis salvado la vida e intereses de todos, aunque con algunos sacrificios que habríais deseado evitar. …Gracias muy expresivas y respetuosas os ofrece esta población y os suplica aceptéis sus fervientes y rendidos votos por vuestra importante administración.” El acta la firmaron Daniel Castillo, jefe político; Frutos Mora, Sixto Ugalde, Manuel Vargas y Manuel Montoya, alcaldes constitucionales. (Paniagua, págs. 27-28).


Ambos documentos ponen en evidencia el profundo afecto que sentían los ramonenses por don Juan Rafael Mora Porras, a cuyas órdenes estuvieron siempre dispuestos a servir como patriotas y buenos hijos de Costa Rica.