Por: Hermida Zamora Carvajal
Las Musas (origen del nombre)
Era uno de nuestros lugares predilectos para pasear cuando estábamos pequeñas; caminábamos oliendo el jaral y el canto de los pájaros y las chicharras que aturdían, siempre las buscábamos pero nada se veía, solo nos regalaban sus sonidos. Al llegar, por entre frondosos árboles, nos emocionábamos observando caer la espumeante catarata, cuyo fresco salpique llegaba hasta la orilla, humedeciendo los troncos caídos donde nos sentábamos a almorzar.
Una cosa es la historia y otra son las leyendas, de las cuales no se conoce el autor. En el caso de la catarata Las Musas se debería rescatar y publicar la Leyenda, pues cuentan que en la espuma de la catarata se observaba una mujer; en este caso a mí me gustaría aclarar la historia, la cual conozco de primera mano.
Bertalía Rodríguez López, en sus días como directora de la Escuela Jorge Washington, organizó un concurso para bautizar la tan visitada y admirada catarata. Mi hermana Aida Zamora fue la ganadora, proponiendo el nombre de “Las Musas”, mismo con el cual finalmente se bautizó el lugar.
Sin duda alguna valdría la pena que se publicara también la leyenda de ese mágico lugar donde disfrutábamos de pequeñas y que hoy a través de mi pensamiento he vuelto a visitar. Donde las orquídeas adornaban los árboles y perfumaban el ambiente, mientras que las rocas que rodeaban la catarata se embellecían con bejucos y líquenes adornados por pequeñas ranas de colores. Era un lugar precioso.
Cuando íbamos de regreso a casa, después del paseo, recuerdo la dura cuesta que me costaba subir, siempre de la mano de papá que me motivaba diciendo “un paso más, un paso más” mientras yo le pedía agua y mamá al mismo tiempo me advertía: “en esa casa no pidan agua porque son pobres y siempre la ofrecen con un pedazo de dulce, espérese que lleguemos a otra casa”… momentos inolvidables.