El rótulo de San Ramón y la idiosincrasia de los Ticos

Tomado de El Sol de Occidente.

Los Moncheños se han destacado por ser una sociedad única, que tiene una historia muy particular y muy reciente. Antes de 1850 poco o nada se decía de San Ramón en los libros de historia. De hecho, en el libro de Felipe Molina Bedoya “Bosquejo de la República de Costa Rica” de 1851, tan siquiera aparece o menciona San Ramón. Pero el crecimiento social, cultural, político y económico se dio de forma rápida después de la creación de la Villa y el cantonato por ley en 1856. Sin embargo algo pasó y a hacia el final del siglo XIX toda esa ebullición cultural daba señales que había desaparecido. Así lo describió Francisco Montero Barrantes en su libro “Geografía de Costa Rica” de 1892:

Esta villa tuvo en otro tiempo una colonia extranjera y de emigrados de San José, que formaban una sociedad cultísima; pero hoy no queda nada de ella, y hasta una Biblioteca que se había fundado desapareció completa mente.

Podría haber sido el empuje inicial por la colonia extranjera y de emigrados que aceleró el surgimiento de poetas, científicos, presidentes, y ciudadanos nobles en San Ramón. El aislamiento físico que ofrecía el Valle de los Palmares de la actividad política en San José pudo haber sido otro motivo que dio paso a una pequeña isla cultural donde los Moncheños destacaban por sus rasgos positivos: lealtad, reconocimiento, admiración, armonía, educación, respeto, curiosidad, innovación, valentía, inteligencia, honradez, empatía, misericordia, y perseverancia entre otros. Sin embargo; tanto pronto como se dio el surgimiento de esta sociedad cultísima en San Ramón, la misma empieza a desacelerarse y se pierde con el paso del tiempo. Y como en todo jardín abandonado, empiezan a salir malas hierbas que llegan a forjarse un lugar también en la idiosincrasia Moncheña. Y aunque la mayoría de los Moncheños han heredado muchos rasgos que inclinan la balanza a favor del positivismo, se dan también aquellos casos donde la negatividad predomina dando lugar un Moncheño contaminado y dedicado a destruir lo que muchos intentan construir. Ejemplo de esta idiosincrasia negativa son las reacciones que se están dando en estos días en redes sociales con respecto al proyecto del rótulo de San Ramón. Destacan estos los siguientes rasgos negativos:

Serruchador: el uso del serrucho, cuchillo, la palabra, el chisme, espadín, machete, puñal, motosierra, sierra de mesa y cuanta herramienta pueda echar en mano para bajar del pedestal al que ha hecho las cosas mejor. Los funcionarios públicos deben ser evaluados por su impacto en la comunidad, capacidad de ejecución de los recursos, sus valores culturales, morales, y humanos; pero igual debe ser reconocidos por innovar en su gestión. Esto implica la puesta en marcha y ejecución de proyectos nuevos, refrescantes, diferentes; que permitan poner a la gente pensar. Esto no es permitido en la cultura del tico y por extensión, el Moncheño.

Mal hablado: Cuando algo no le gusta, el uso de lenguaje soez y fuera de tono predomina. Sube la voz, grita, escupe, zapatea, hace berrinces….la idea es opacar a como de lugar al rival.

No sabe cuando parar: El tico y el Moncheño no sabe cuando decir la última palabra: “El zarpe y me voy”. Este proyecto del rótulo da para pensar que el Moncheño no sabe cuando parar, sigue hablando, sigue criticando, sigue generando polémica, no hay forma de “dejar de decir algo para no dar a pensar que le doy la razón al otro.” Ver a la gente discutiendo sobre si el color, la forma de las letras, el tamaño, el presupuesto del proyecto, el lugar donde fue colocado es una discusión más grande que el propio infinito.

Abusado: Sin conocer realmente como se ideó, planeó, financió y ejecutó este proyecto de ornato; el moncheño continua en su afán de desvalorar esta obra cívica. El Moncheño no perdona el esfuerzo que hacen los funcionarios públicos por mejorar al cantón. Se cree dueño de una licencia para destruir lo que se hace sin conocer los motivos, las fuentes, los hechos, los estudios que respaldan estas necesidades.

Jodedor: Poner apodos, echar la zancadilla, burlarse de los males del vecino, mentir para ver sufrir al otro. Todo lo que le pueda echar mano para ver al otro sufrir, hacerlo incómodo, desvalorizar su trabajo. Joder por joder parece ser el deporte favorito de muchos ciudadanos moncheños.

Hipócrita: Quizás de los rasgos más feos que tiene el Tico y por definición el Moncheño. Decir algo y hacer lo opuesto. La excusa prevale para decir que no tiene la culpa pero al final no tiene las manos limpias. Anda embarrialado y nunca se hace responsable de las consecuencias de sus actos. El caso del rótulo le saca este rasgo al Moncheño. Talvez en el fondo le gusta lo que ve, piensa que es bueno pero no se puede dar por menos y saca a relucir toda su metralla maltencionada para no darse por menos.

No queda más que seguir creyendo que los rasgos positivos de la idiosincrasia del Moncheño serán los que predominarán hacia el futuro. La expresión de rasgos negativos como los aquí apuntados pueden ser erradicados con más educación y trabajo honesto. La historia de San Ramón es rica desde el punto de vista social, político, económico y ambiental. Hay que seguir sembrando buenas semillas y continuar luchando contra la mala hierba.