Por Paul Brenes Cambronero
El 7 de diciembre es una fecha inolvidable para miles de niños ramonenses, quienes, a las 6:00pm tienen una cita con su historia, con su cultura y un reencuentro con sus abuelos y bisabuelos.
En esa fecha se celebran las tradicionales “Melcochas de María”, una fiesta popular que se celebra cada año, desde hace aproximadamente 92 años. Miles y miles de niños de todas las edades corren por las calles de San Ramón, gritando vivas a la Virgen María, y buscando las casas en donde viven personas que llevan ese nombre, para que les regalen las deliciosas melcochas que dan un especial sabor a esta fiesta ramonense.
Cuenta la historia, que hace más de 162 años, cuando los primeros pobladores llegaron al Valle de los Palmares, en donde se asienta la Ciudad de San Ramón, atravesaron las cerradas montañas del occidente del Valle Central, arriando algunos cerdos, una vaca con su ternero, al lado de sus familias. Llevaban además, en sus alforjas de cuero, semillas de maíz, de frijoles y rizomas de caña para sembrar el sustento que les permitiría alimentar a su familia en la tierra prometida. Así, la caña de azúcar es tan vieja en el oeste del Valle Central, como los pioneros que establecieron el poblado.
En Piedades Norte, que junto con el distrito de Volio, son los dos distritos ramonenses de mayor tradición cañera, se inició esta tradición que año a año llena de emoción a los niños. Todos los ramonenses hemos pasado por eso y por la misma razón nunca faltamos a la cita.
El 7 de diciembre en la celebración del día de la Purísima, los costarricenses echan la casa por la ventana, comida, bebida, rezos y cánticos en todas las casas han mostrado desde siempre el fervor por la Virgen.
Allá por 1916 (aproximadamente), en el entonces remoto y aislado distrito de Piedades Norte, un 7 de diciembre, numerosos fieles se congregaban en la casa de una anciana llamada Paula Mesén, para celebrar el día de la Virgen. Doña Paula Agasajó especialmente a María Vargas, su vecina, por su nombre tan significativo en ese día.
Entre las asistentes a la actividad se encontraba doña María Isabel “Chavela” Vargas, de apenas 8 años de edad, quien resultó agradablemente sorprendida por una deliciosas melcochas, hechas de caña dulce, de un sabor similar al sobado de los tantos trapiches que había en Piedades Norte. En la mente de Chavela Vargas quedaron grabadas esas deliciosas melcochas y la algarabía de muchos niños, quienes ante la pregunta de ¿Qué causa tanta alegría?, respondían en coro: “!Las melcochas de María!”
Cuenta Fernando González, historiador ramonense, que doña Paula falleció al año siguiente, pero las deliciosas melcochas se siguieron usando para celebrar el día de la Purísima Virgen. Cada familia aliñaba las melcochas con diferentes ingredientes con menta, vainilla, o semillas de linaza, en una competencia en la que se trataba de cual era la más sabrosa.
Dice don Fernando que tres o cuatro años después, allá por 1918, un hijo de doña Paula se vino a vivir al centro de San Ramón y fue así como la tradición se propagó hasta llegar a ser lo que es hoy en día, cuando, junto con la Entrada de los Santos y a la llevada hasta la tumba, de la Rosas para Lisímaco, el gran poeta ramonense, una de las grandes tradiciones ramonenses, símbolo de un pueblo amante de la cultura y orgulloso de su identidad.